Se contaba que un viejo árabe, analfabeto, oraba con tanto fervor y cariño cada noche, que cierta vez, el poderoso jefe de una gran caravana, lo llamó a su presencia y le preguntó:
-¿Por qué oras con tanta fe? ¿Como sabes que Dios existe, cuando ni siquiera sabes leer?-
El viejo respondió: -Gran Señor, conozco la existencia de Dios, por las señales que nos manda.
-¿Como es así?- indagó el jefe con algo de sorpresa.
El humilde siervo le explicó: Cuando Ud. recibe una carta, como sabe ¿Quien la escribió?
Por la firma, respondió el jefe. El viejo sonrió y añadió:
Cuando oye pisadas de animales alrededor de la tienda, ¿Como sabe después, si fue un carnero un caballo o un buey? -Por las huellas respondió el jefe, sorprendido.
Entonces, el viejo creyente le invitó a salir de la tienda, y mostrándole el cielo donde la luna brillaba
rodeada por multitud de estrellas, exclamó respetuosamente: Señor aquellas señales allá arriba,
¡¡No pueden ser de los hombres!!
En ese momento, el orgulloso jefe de la caravana, se arrodilló y empezó a orar con el.
Dios, aunque invisible a nuestros ojos, nos deja señales por todas partes, hay que aprender a mirar...
En la claridad de las mañanas, en el día que transcurre con el calor del sol, o con la lluvia que moja la hierba..
El deja señales cuando alguien se acuerda de ti, cuando alguien te considera importante. Cuando alguien merece tu cariño, o cuando alguien te dice: ¡Que Dios te bendiga!
Por eso Señor diré solo unas palabras sinceras y sencillas:
Gracias, por todo lo que me has concedido, cuando te he pedido...
Gracias.por todo lo que me has dado sin habértelo pedido y por todo lo que me has otorgado sin haberlo merecido.
