La esperanza es lo último que se pierde, o lo que tenemos que perder. No hay enfermedad más grave que la a desesperanza. El psiquiatra Karl Menninger exhortaba a sus colegas a fomentar la esperanza del paciente, pues consideraba que que junto con la fe y el amor, era la mejor herramienta terapéutica.
Esperanza no es un optimismo ingenuo, es la firme decisión de no tirar la toalla y seguir hacia una meta, aunque las probabilidades de alcanzarla sean escasa. El profesor Charles Richard Snyder diseñó una pedagogía de la esperanza que consiste en fijar metas factibles aunque no sean grandes y trazar los caminos para alcanzarlas, y desarrollar la motivación para caminar e insistir en esas metas.
Para el creyente el horizonte último y definitivo es el Dios misericordioso y fiel, que nunca falla. La fe es la luz que aviva la esperanza. Es el resultado de una lucha contra la tentación de la desesperanza. Pues no faltan situaciones exteriores ni internas que en ocasiones se nuble la esperanza.