Después de dos siglos del alto respeto y devoción que tuvo la Compañía de Jesús, para los cristianos, todo se volvieron en injurias y humillaciones, hasta el punto en que el 16 de agosto de 1773 el Papa Clemente XIV, firmó su disolución en todo el mundo. Pero a pesar de ello los jesuitas no desaparecieron, uno de los lugares donde fueron protegidos fue la Rusia de Catalina la Grande (1762-1796).
La presencia de los jesuitas en el imperio de los zares arranca en 1772, habia 201 jesuitas, cuando llegó el decreto de su disolución, pero Catalina no permitió su promulgación. La presencia de los jesuitas en Rusia fue providencialmente legítima. Más aún en 1801, cuando en respuesta a las súplicas del Vicario General, y del zar Pablo I, el Papa Pio VII, aprobó oficialmente, la existencia de dicha Compañía que fue extendiendo realizando su apostolado, dentro del cual los colegios tuvieron particular importancia.
Curiosamente, la divina providencia se sirvió de Rusia y de Catalina la Grande, hasta el 7 de agosto de1814 cuando el Papa Pio VII, restauró definitivamente, la Orden fundada por S. Ignacio de Loyola.
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